Comentaban ayer, la profesora de estiramienting y una de las alumnas, cuándo denominar chico o señor a un hombre. No se ponían de acuerdo en qué criterios debían regir tal decisión, dejando ésta en manos de las sensaciones que despertaban en cada una la visión del sujeto (incluso, llegaron a elegir un hombre de prueba, que hacía marcha sueca en la sala del gimnasio, que tampoco les puso de acuerdo). Como yo era el único hombre.chico-señor de la clase, comenzaron por valorarme a mí:
– Por ejemplo, ¿tú cuántos años tienes?
– Tantos.
– Pues con tantos yo te llamaría chico.
Dibujé mentalmente una sonrisa irónica y la expresé en un arqueo de cejas. No me veía reflejado con ninguna de las referencias que manejaban.
Señor no. Imposible. Ni por físico ni por forma de vestir. Tal vez por actitud, algunas veces. Los más pequeños sí me encuentran así. Recuerdo unos niños de 7 u 8 años, que jugaban con el balón en la calle. Al pasar a su lado, uno paró el balón y me dijo: Señor, ¿tiene hora?. Con la misma educación que me preguntó le di la respuesta y continué mi camino con cierto regusto agridulce, agrio por el comprobar que ya me empezaban a ver mayor las novísimas generaciones, y dulce al encontrarme críos tan respetuosos. Sin embargo, salvo ese hecho puntual, creo que lo de Señor está aún alejado de mi imagen, ni qué decir de mi mente.
Chico es más cercano, pero ya no tanto. Al menos, para mí, que asocio chico a ser humano masculino menor de 30 años (lo de 30 años tampoco es un criterio objetivo y puede cambiar según la apariencia de la persona evidentemente, para referirme a un desconocido, no le pregunto la edad para saber cómo nombrarle-). El caso es que chico empieza a estar alejado de mi sustancia, especialmente estos últimos meses en los que el cuerpo ha dado muestras de ¿pérdida de juventud?. A ver:
1) Antes tenía las canas agrupadas en una zona del pelo, donde marcaba la raya. Formaban un mechón curioso. Ahora han aparecido, tímidas, escondidas, disgregadas, en el lateral derecho (debe ser el que más trabaja), sobre la oreja. Yo creo que es una invasión silenciosa.
2) Antes era capaz de relajar tensiones musculares aplicando un poco de reiki casero antes de acostarme. Ahora mis manos han perdido su energía o las tensiones son mayores y no les vale la misma cantidad de reiki. Por cierto, ¿qué es el reiki?
3) Creo que mis neuronas están perdiendo la mielina de sus conexiones: pensamiento más lento (¿será la falta de sueño?); aumento del parkinson de mis manos de porcelana, que es imperceptible, pero que existe como temblor. Ahora bien, y me disculpen los enfermos de Parkinson, yo no lo padezco, pero ilustra, salvando las diferencias, ese tembleque instalado en mis manos desde siempre, que tendrá un origen nervioso; falta de interés en el estudio, como si ahora me costara un esfuerzo y antes no (aunque es más la motivación, entiendo)
4) Ahora la visión se vuelve borrosa a partir del café de la mañana. Esto tiene varias posibles causas: la claridad que entra por la ventana y estorba a mi retina derecha, el sueño, el descafinado de máquina, los conservantes del croissant, los edulcorantes de la mermelada… O que me hago mayor, pues antes no tenía problemas centrando la imagen.
5) La vida sedentaria ha acabado con la (de por sí, escasa) flexibilidad en mis abductores. Y el estiramienting no la recupera.
6) Respirar durante un esfuerzo prolongado, por ejemplo, abrir la puerta de casa, es más frecuente que en los tiempos pretéritos, donde podía aguantar el esfuerzo sin recurrir tanto al oxígeno como ahora.
7) Mi centro de gravedad comienza a caer peligrosamente hacia el almacén de lorzas, aún no manifestadas.
El caso es que envejecer no me preocupa: es ley de vida. Lo que me fastidia es que no tenga un botón «Deshacer», como todas las aplicaciones que se precien. Será que soy una versión beta…
Pero qué bien te expresas, cojones.
Al menos podias reconocer que al niñó que te dijo lo de «señor» intentaste partirle la cara pero al ver el tamaño de su navaja te «acochinaste»… y esto y nada más es lo que demuestra que te estás haciendo mayor.
De joven le hubieras machacado sin piedad!
Me acochiné porque su navaja era automática, y uno no controla ya las nuevas tecnologías. En eso vi que me había hecho mayor. Buen reflejo, Minga.