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Archive for May 2008

Aunque no ganara la semana pasada, las ganas de seguir participando no se han apagado. Ya sé que esta semana no soy finalista, así que puedo publicar el relato que envié.

* * *

Miriam arrugó en sus manos el garabato ilegible que había dibujado. “No, así no…”, debió pensar. Alargó las manos exigiendo más papel a la mujer policía y, de nuevo, trazó varios círculos hasta rasgar la hoja. La aplastó y tomó otra. Bajo la mesita de plástico azul se empezaban a acumular los infructuosos retratos de la pequeña.

¿Qué tenemos? – preguntó el comisario al entrar en el aula.

Una testigo…y medio paquete de folios –respondió la mujer señalándose la garganta.

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Qué semana

Hoy es viernes, son las 17:35 y estoy perdiendo la merecida siesta por comprobar unas cuestiones epistemológicas fundamentales por Internet. Ha sonado bien, ¿eh? Pues menos lobos, Caperucita, que no es para tanto lo de eliminar el tema 13 del examen de Historia de la Psicología. A menos que, oh sorpresa, también eliminen el tema 14, cosa que me empieza a gustar, tanto por epistemológica como por fundamental, y más por lo segundo, que lo primero aún trato de entender qué significa.

El caso es que estaba surfeando por esas páginas de Dios cuando he empezado a repasar la semana. Y qué semana.

Debería ser suficiente subrayar que mi cabeza no ha tenido otra preocupación que el examen de esta mañana sobre diversos aspectos del desarrollo infantil dentro de la Psicología Evolutiva. El gusanillo que te hace cosquillas en los intestinos comienza a trabajar una semana antes, cuando ya hay poco margen de maniobra y uno tiene que dedicarse a recoger lo sembrado: memorizar esquemas, repasar resúmenes, aprender aquello que ya debería estar mirado, leído, subrayado y sintetizado… Pero en una vida tan ocupada como la de un zorro volador, llegar así a la última semana sólo ocurre si estás soñando. No. A mí me quedaban dos temas por leer, nueve por resumir, cuatro lecturas adicionales y encender un cirio a San Críspulo. Según mi programación, podría llegar a tiempo para terminar el jueves con el estudio pendiente, ahorrándome lo de la vela, y en esas me puse.

Pero Emma me llama el lunes, desde no sé qué departamento de la Cadena Ser, para decirme que he sido finalista del concurso de microrrelatos (ver entradas anteriores), y ya paso todo el santo día con la cabeza entre el estudio pendiente y el cuento de la lechera («si gano esta semana, y gano este mes, y gano el concurso, con los 6000 eurillos me compro un clip, que luego cambio por una tostadora, ésta por un utilitario, éste por un apartamento en Menorca…»).

El martes me vuelve a llamar para ponerme con Francino y decir «Buenos días», «Estoy como el compañero anterior, sorprendido», «Voto a Mauricio, el de las hermanas», «Adiós»; vivir un momento interesante y curioso en mi vida (salir brevemente por la radio a nivel nacional); sentirme orgulloso de haber pasado una criba entre muchos relatos sin saber exactamente por qué (mi microcuento era más un gag de una serie de televisión que algo literario), tener el triunfo cerca, recibir llamadas y mensajes de los cercanos, sentirme un poco querido por ellos y haberlos tenido pegados a la radio (mamás, papás, amigos…). Vamos, un día sobre todo emotivo. Y ponte a estudiar después, juas!

El miércoles, pasadas las emociones del día anterior, uno se centra más en sus deberes, pero van y le plantan una final de la Champios entre ingleses de fútbol ágil y a veces vistoso. ¿Por qué renunciar?

El jueves, por fin, uno aprovecha las horas sin entretenimientos ni emociones para finiquitar aquello que planificó a principios de semana. Pero antes, ha tenido que dejar la tarea crítica que le habían pedido apañar en el trabajo para pasar a otra que no puede esperar y, entre medias, escribir unas líneas a los socios de la ongd a modo de carta-invitación a las próximas actividades. Un día de mucha presión, la verdad, pero nada que un z.v. no sea capaz de sacar adelante. O atrás.

Y hoy, día D. Quedada con «mi primo» para volar a Palencia, hacer un repaso final en la estupenda biblioteca de CajaDuero, entrar en el examen, responder y no responder, salir satisfecho y regresar a casita deseando echarme la siesta para recuperar un poco el ritmo normal de vida. Pero no ha sido así: hay otro examen en quince días y yo estoy consultando cuestiones epistemológicas fundamentales en Internet sobre qué parte de la materia no va a caer… Una semana en la vida del zorro.

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No pudo ser. El relato de Mauricio sobre el odio de la hermana mayor hacia su hermana pequeña ha ganado esta semana. Y me parece bien, porque a mí me ha gustado (confieso que más que el mío) desde que ayer me los enviaron desde la Cadena Ser para que diera mi valoración.

Al principio, con la opinión favorable de Francino, pensé que tendría opciones. Después, cuando empezaron los votos y me puse 2-1, me ilusioné de verdad. «Con un voto más está hecho», pensé. Pero los restantes votos cayeron a mis compañeros y llegamos a un triple empate (2-2-2). Rioyo, creo, debía desempatar y eligió el mismo al que había votado yo. Mala suerte pero el resultado está dentro de lo que me esperaba («Si no gano, será porque gana el de las hermanas», me había dicho ayer). Efectivamente.

Muchas gracias a todos los que habéis estado pendientes de la radio y del blog, y a los que me habéis enviado sms de consuelo. Me alegro de que os haya gustado. Prometo seguir intentándolo, aunque creo que este mes ya no puedo volver a ser finalista.

Aquí reproduzco mi relato primero y el relato ganador a continuación. Se lo merece.

* * *

Mi relato:

– Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño? —decía Ana, ilusionada al contemplar el cromático chalet de techos acristalados y paredes de pizarra cubiertas de hiedra, que dominaba por encima del estanque de nenúfares, el jardín aromático y un discreto invernadero.

– En cuanto lleguen las primeras facturas – le respondía su marido.

* * *

Relato ganador de esta semana:

—Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño? —decía Ana.

—Estamos soñando —sentenció Miriam, su hermana mayor.

—Creo que deberíamos volver al colegio —insistió Ana.

—En los sueños no hay colegio.

Ana sonrió y se acercó al borde de la azotea.

—Entonces, ¿Crees que puedo volar?

—Por supuesto, hermanita, es lo que trato de explicarte.

—Pero parece tan real.

Miriam arrancó una hoja de su cuaderno y se la mostró a Ana.

—En los sueños no se puede leer ni el propio nombre. ¿Puedes leer aquí el tuyo?

Ana negó con la cabeza, extendió los brazos y saltó. Miriam arrugó en sus manos el garabato ilegible que había dibujado.

* * *

Todos los relatos se puede leer aquí.

Qué pena: un voto más y hubiera empezado a hacer realidad esta vieja pretensión de «Vivir del cuento». C’est la vie!

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Si lo que me ha dicho por teléfono la buena moza, cuyo nombre ya no recuerdo por la emoción, es cierto, he logrado ser finalista en el concurso de microrrelatos de la Cadena Ser y la Escuela de Escritores. Finalista semanal, eso sí.

Si no era ninguna broma, y por el fondillo musical de cortinilla entre noticias que oía durante la conversación no me lo parecía, mañana martes, día 20 de mayo, a las 10:40 aproximadamente, mi relato entrará en liza junto con los de otros dos finalistas. Y se me podrá escuchar por la radio, en el programa Hoy por Hoy de Carlos Francino.

¡Suerte chaval!

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Dormir, fundamental

No paso los mejores momentos de la temporada para escribir con cierto interés. La inminencia de los exámenes parciales de Psicología me impiden disfrutar de la vida lo suficiente como para extraer jugo de las experiencias con el que rellenar este espacio. No toca, no toca, que diría jordi Puyol. Dice el Eclesiastés que hay un tiempo para todo, un tiempo para vivir y otro para morir… (Ec., 3), y ahora ocurre que es un tiempo para estudiar, repasar, memorizar y, sobre todo, cruzar los dedos, y ya llegará el tiempo de refrescar este espacio con mis propios intereses.

En mente tengo la peregrina idea de ir resumiendo-comentando los capítulos del libro que ahora estoy leyendo, «Jesús, una aproximación histórica«, de José Antonio Pagola. Fue regalo de Charo y le voy «arañando páginas» las noches que puedo. Me está gustando lo fácil que se lee y que se entiende. Mi idea será ir dejando pequeñas síntesis aquí, tal vez con algún comentario personal, para que pueda ser descubierto por más gente… de los que aún leen esto 🙂 Por supuesto, también incluiré las críticas que encuentre (recopiladas en la web de la Diócesis de Tarazona).

En fin, hubiera escrito algo sobre la segunda vez que pisé un campo de fútbol, hace quince días, para ver la victoria in extremis del Valladolid C.F. (¿bajaremos a Segunda?) frente al Almería, y narrar la cordialidad entre la hinchada pucelana y la andaluza, representada por cuatro parejas sentadas delante de nosotros, que nos acabaron felicitando al final del partido; también hubiera escrito el intenso calor soportado durante la última Marcha Asprona, pero la gran satisfacción de volver a finalizarla, así como el agradecimiento a quienes me (nos) patrocinaron: padres, ‘taperas’, etc.; también quería haber añadido un enlace nuevo, llegado de Alberto o Tío Boby, según para quién, que se fue a vivir a Egkeland y fundó allí la peña de ‘fúmbol’ blanquivioleta en la ciudad (la semana que viene, Dios mediante, haré las presentaciones); finalmente, hubiera escrito algo de lo que ando estudiando, que a veces me parece interesante, pero mis días no pasan de las 24 horas y eso es una soberana limitación.

Después de tres párrafos, un café en la cafetería y una charla sobre un cartel para la FISC CyL, acabo de recordar qué quería comentar en esta entrada. Nada importante: desde hace un mes vengo planteándome el tema del descanso, de la necesidad de hacer un parón diario, semanal, anual, para recargar pilas físicas, mentales o espirituales, y volver a encontrarme conmigo mismo. Concretamente, decidí observar mis hábitos de sueño. La necesidad de descansar durante el día se vuelve exponencial a la falta de descanso nocturno. Quería saber cuánto descansaba mi organismo serrano por las noches. Ahora lo sé: unas 7 horas diarias de media, es decir, una hora por debajo de lo que me demanda la cabeza.

El primer paso, hacerme consciente de mis hábitos de descanso nocturno, ha venido acompañado de un segundo paso: intentar al menos mantener esa media, no empeorarla. Y eso me ha dado motivación suficiente para apagar la tele y largarme al catre por muy a gusto que me encontrara en el sofá. A partir de junio vendrá la parte difícil: intentaré recuperar esa hora que me falta a la hora de dormir. Lo cual significa irse antes a la cama. Difícil, difícil. Pero todo se andará.

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